sábado, 1 de junio de 2013

El Cuerpo Fisico, Astral y Casual

El Cuerpo Fisico, Astral y Casual
     El Supremo encierra el alma humana en tres cuerpos sucesivos –el cuerpo idea o causal; el cuerpo astral sutil, asiento de la naturaleza mental y emocional del hombre; y el burdo cuerpo físico. En la tierra un hombre está provisto de sus sentidos físicos. Un ser astral trabaja con su conciencia y sentimientos y un cuerpo hecho de vitatrones. Un ser con cuerpo causal permanece en el gozoso reino de las ideas. Yo trabajo con aquellos seres astrales que están preparados para entrar en el mundo causal.

    El ser astral liberado de la tierra se encuentran con multidud de parientes, padres, madres, esposas, esposos y amigos, adquiridos durante sus últimas encarnaciones en la tierra, que van apareciendo de vez en cuando en distintas partes de los reinos astrales. Por ello se siente desconcertado para saber a quién amar de manera especial; de esta forma aprende a dar amor divino e igual a todos, como hijos y expresiones individualizadas de Dios. Aunque la apariencia externa de los seres queridos ha podido cambiar, en distinto grado según su desarrollo de nuevas cualidades en la última vida, el ser astral emplea su infalible intuición para reconocer a todos los que amó una vez en otros planos de existencia y darles la bienvenida a su nuevo hogar astral. Como todos los átomos de la creación están dotados de una individualidad inextinguible, un amigo astral será reconocido sin importar qué ropaje utilice, tal como, observando con atención, se descubre la identidad de un actor terrenal a pesar de su disfraz.

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    La vida en el mundo astral es mucho más larga que en la tierra. La vida media de un ser astral avanzado va de quinientos a mil años, medidos a la escala de tiempo de la tierra. Así como ciertas secuoyas sobreviven en milenios a la mayoría de los árboles, o como algunos yoguis viven cientos de años cuando la mayoría de los hombres mueren antes de los setenta, algunos seres astrales viven mucho más de lo normal para la existencia astral. Los visitantes del mundo astral moran allí durante un periodo de tiempo mayor o menor según el peso de su karma físico, que les atrae de nuevo a la tierra en un momento determinado.   

    El ser astral no tiene que enfrentarse dolorosamente a la muerte en el momento de desprenderse de su cuerpo luminoso. Muchos de estos seres no sienten ni el más ligero nerviosismo ante el pensamiento de abandonar su forma por una causal más sutil. El mundo astral está libre de la muerte involuntaria, la enfermedad y la vejez. Estos tres terrores son el azote de la tierra, donde el hombre ha permitido a su conciencia identificarse casi totalmente con el frágil cuerpo físico, que para existir necesita constantemente la ayuda del aire, el alimento y el sueño.   
     
     La muerte física está acompañada por la desaparición de la respiración y la desintegración de las células corporales. La muerte astral consiste en la dispersión de los vitatrones, las unidades de energía manifestada que constituyen la vida de los seres astrales. En la muerte física un ser pierde su conciencia del cuerpo de carne y hueso y se hace consciente de su cuerpo sutil en el mundo astral. Al experimentar en su momento la muerte astral, un ser pasa de la conciencia del nacimiento y la muerte astral a la del nacimiento y la muerte física. Estos ciclos recurrentes de encierro astral y físico son el destino ineludible de todos los seres sin iluminación. Las definiciones del cielo y el infierno de las escrituras a veces despiertan en el hombre recuerdos, más profundos que los subconscientes, de su larga serie de experiencias en el risueño mundo astral y el decepcionante mundo terrenal.

  
    El hombre, como alma individualizada, tiene esencialmente un cuerpo causal. Ese cuerpo es una matriz de treinta y cinco ideas que Dios necesita como fuerzas básicas o pensamiento causal, de la cual crea posteriormente el cuerpo astral sutil de diecinueve elementos y el burdo cuerpo físico de dieciséis elementos.   Los diecinueve elementos del cuerpo astral son mentales, emocionales y vitatrónicos. Los diecinueve componentes son: inteligencia, ego, sentimientos, mente (sentido-conciencia), cinco instrumentos deconocimiento –los equivalentes a los sentidos de la vista, oído, olfato, gusto y tacto, cinco instrumentos deacción –los correspondientes mentales de las capacidades ejecutivas de la procreación, la excreción, el habla, el caminar y el ejercicio de las habilidades manuales– y cinco instrumentos de la fuerza vital –dotados de poder para realizar la cristalización, asimilación, eliminación, metabolismo y las funciones circulatorias del cuerpo. Este revestimiento astral sutil de diecinueve elementos sobrevive a la muerte del cuerpo físico, que está hecho de dieciséis elementos metálicos y no metálicos ordinarios.   “Dios elaboró diferentes ideas y las proyectó en sueños. Y así surgió la dama Sueño Cósmico, decorada con sus colosales e infinitos adornos de relatividad.   En las treinta y cinco categorías de pensamiento del cuerpo causal, Dios desarrolló todas las complejidades de los diecinueve equivalentes astrales del hombre y los dieciséis equivalentes físicos. Por medio de la condensación de las fuerzas vibratorias, primero sutiles, después burdas, produjo el cuerpo astral del hombre y finalmente su forma física. De acuerdo con la ley de la relatividad, por la cual la Simplicidad Perfecta se convierte en lo múltiple desconcertante, el cosmos causal y el cuerpo causal son distintos del cosmos astral y el cuerpo astral; el cosmos físico y el cuerpo físico se diferencian igualmente de las demás formas de la creación.   El cuerpo de carne y hueso está hecho de los sueños del Creador fijados y objetivados. Las dualidades están siempre presentes en la tierra: salud y enfermedad, placer y dolor, pérdida y ganancia. Los seres humanos encuentran limitación y resistencia en la materia tridimensional. Cuando el deseo de vivir del hombre se ve gravemente debilitado por la enfermedad u otras causas, llega la muerte; el pesado abrigo de carne es arrojado temporalmente. No obstante, el alma permanece encerrada en los cuerpos astral y causal. La fuerza cohesiva que mantiene juntos a los tres cuerpos es el deseo. El poder de los deseos insatisfechos es la raíz de la esclavitud del ser humano.   

       Los deseos físicos tienen su raíz en el egocentrismo y los placeres de los sentidos. La compulsión o tentación de la experiencia sensorial es más fuerte que la fuerza-deseo asociada a los apegos astrales y las percepciones causales.   

     Los deseos astrales se centran en el disfrute en términos de vibración. Los seres astrales disfrutan de la música etérea de las esferas y se embelesan con la visión de la creación como expresiones inextinguibles de luz cambiante. Los seres astrales también huelen, saborean y tocan la luz. Los deseos astrales están así en relación con el poder de los seres astrales de dar realidad a todos los objetos y experiencias como formas de luz o pensamientos o sueños condensados.   
     Los deseos causales se satisfacen únicamente a través de la percepción. Los seres casi libres que sólo están encerrados en el cuerpo causal, ven todo el universo como realizaciones de los sueños-idea de Dios; pueden materializarlo todo como pensamiento puro. Por ello los seres causales consideran el disfrute de las sensaciones físicas o de los placeres astrales como groseros y sofocantes para la delicada sensibilidad del alma. Los seres causales se liberan de sus deseos materializándolos instantáneamente. Quienes se cubren únicamente con el delicado velo del cuerpo causal, pueden dar forma a universos tal como lo hace el Creador. Puesto que toda la creación está hecha de la textura cósmica del sueño, el alma envuelta en el ligero cuerpo causal tiene amplios poderes para hacer realidad cuanto desee. 

       Un alma, siendo invisible por naturaleza, puede distinguirse sólo por la presencia de su cuerpo o cuerpos. La simple presencia de un cuerpo significa que debe su existencia a los deseos insatisfechos.  

      Mientras el alma humana está encerrada en uno, dos o tres recipientes corporales, tapada herméticamente con los corchos de la ignorancia y los deseos, no puede fundirse con el mar del Espíritu. Cuando el burdo receptáculo físico es destruido por el martillo de la muerte, las otras dos envolturas, astral y causal, permanecen, para evitar que el alma se una con la Vida Omnipresente. Cuando a través de la sabiduría se alcanza la supresión de los deseos, su poder desintegra las dos vasijas que quedaban. La diminuta alma humana emerge, finalmente libre; es una con la Amplitud Inconmensurable.

        El mundo causal es indescriptiblemente sutil.  Para comprenderlo sería necesario poseer tal poder de concentración, que se pudieran cerrar los ojos y visualizar el cosmos astral y físico en toda su amplitud, el globo luminoso con la cesta sólida, como existentes tan sólo en idea. Si, gracias a una concentración sobrehumana, se consiguiera transformar o reducir los dos cosmos con todas sus complejidades a ideas puras, se alcanzaría el mundo causal y se estaría en la línea divisoria donde se funden la mente y la materia. Allí se percibe todo lo creado, sólidos, líquidos, gases, electricidad, energía, todos los seres, dioses, hombres, animales, plantas, bacterias, como formas de conciencia, del mismo modo que un hombre puede cerrar los ojos y comprender que existe, aunque su cuerpo es invisible para los ojos físicos y está presente sólo como idea. 

     Todo lo que un ser humano puede hacer con la imaginación, un ser causal puede convertirlo en realidad. La inteligencia humana de imaginación más colosal es capaz, sólo mentalmente, de ir de un extremo del pensamiento a otro; es capaz de saltar mentalmente de planeta en planeta, de caer sin fin en un abismo de eternidad, de elevarse como un cohete hasta el firmamento galáctico, de centellear como un proyector sobre vías lácteas y espacios sembrados de estrellas. Pero los seres del mundo causal tienen una libertad mucho mayor y pueden manifestar sus pensamientos como objetos sin esfuerzo e instantáneamente, sin ningún obstáculo astral o limitación kármica.  

      Los seres causales comprenden que el cosmos físico no está compuesto primariamente de electrones ni el cosmos astral está compuesto básicamente de vitatrones, en realidad ambos están creados de las más diminutas partículas del pensamiento de Dios, cortadas y divididas por maya, la ley de la relatividad que interviene separando en apariencia el Noumenon de Sus fenómenos.   

       En el mundo causal las almas se reconocen como puntos individualizados del Espíritu gozoso; sus cosas-pensamiento son los únicos objetos que les rodean. Los seres causales ven que la diferencia entre sus cuerpos y sus pensamientos son simplemente ideas. Al igual que un hombre al cerrar los ojos puede visualizar una brillante luz blanca o una tenue neblina azul, así los seres causales son capaces de ver, oír, sentir, saborear y tocar a través del pensamiento; lo crean todo, o lo disuelven, gracias al poder de la mente cósmica.   

     En el mundo causal, tanto la muerte como el renacer suceden en el pensamiento. Los cuerpos de los seres causales se agasajan únicamente con la ambrosía de un conocimiento eternamente nuevo. Beben de las fuentes de la paz, se mueven por la tierra sin caminos trazados de las percepciones, nadan en el ilimitado océano de la dicha. ¡Mira, observa sus brillantes cuerpos-pensamiento que pasan veloces por los trillones de planetas creados por el Espíritu, frescas burbujas de los universos, estrellas de sabiduría, sueños espectrales de nebulosas doradas, por encima del celeste seno azul del Infinito! 

        Muchos seres permanecen en el cosmos causal durante miles de años. Después, por medio de un éxtasis más profundo, el alma liberada se extrae a sí misma del pequeño cuerpo causal y pasa a formar parte de la vastedad del cosmos causal. Todos los remolinos de ideas separadas, olas de poder, amor, voluntad, alegría, paz, intuición, calma, autocontrol y concentración particularizadas, se unen en el Mar de Dicha siempre gozoso. El alma ya no vuelve a experimentar su dicha como una ola de conciencia individualizada, sino que se funde en el Único Océano Cósmico con las demás olas –risa, emociones, latidos eternos.   “Cuando un alma rompe el capullo de los tres cuerpos, escapa para siempre a la ley de la relatividad y se convierte en lo inefable Siempre-Existente. ¡Contempla la mariposa de la Omnipresencia, con sus alas grabadas de estrellas, soles y lunas! El alma expandida en Espíritu permanece sola en la región de la luz sin luz, oscuridad sin oscuridad, pensamiento sin pensamiento, embriagada en su éxtasis de dicha en el sueño de la creación cósmica de Dios.

     
    Cuando un alma consigue salir finalmente de las tres botellas de los engaños corporales, se vuelve una con el Infinito sin perder su individualidad. Cristo había ganado esta libertad última incluso antes de nacer como Jesús. En tres etapas de su pasado, simbolizadas en su vida terrenal por los tres días de su experiencia de la muerte y resurrección, había alcanzado el poder de elevarse totalmente como Espíritu.  

         El hombre sin desarrollo debe sufrir innumerables encarnaciones terrenales, astrales y causales antes de salir de sus tres cuerpos. Un maestro que ha alcanzado esta libertad final puede elegir regresar a la tierra como profeta para llevar a otros seres humanos de regreso a Dios. Allí un salvador asume parte del peso del karma de los habitantes y así les ayuda a terminar su ciclo de reencarnación en el cosmos astral y permanecer en las esferas causales. O un alma libre puede entrar en el mundo causal y ayudar a sus seres a acortar su lapso en el cuerpo causal y alcanzar así la Libertad Absoluta.  

        El hombre debe agotar completamente sus deseos o karma físico para alcanzar una vida permanente en los mundos astrales.

      En las esferas astrales viven dos clases de seres. Quienes todavía tienen karma terrenal del que deshacerse y por tanto deben habitar de nuevo un burdo cuerpo físico para pagar sus deudas kármicas, podrían considerarse, tras su muerte física, visitantes temporales del mundo astral más que residentes permanentes.    Tras su muerte astral, a los seres que tienen karma terrenal sin redimir no se les permite ir a la esfera causal de ideas cósmicas, sino que deben ir y venir del mundo físico al astral, siendo conscientes sucesivamente de su cuerpo físico de dieciséis elementos ordinarios y de su cuerpo astral de diecinueve elementos sutiles. Cuando, tras cada pérdida de su cuerpo físico, un ser sin desarrollo llega de la tierra, permanece la mayor parte del tiempo en el profundo estupor del sueño-muerte y apenas es consciente de la belleza de la esfera astral. Tras el descanso astral, tal hombre regresa al plano material para recibir más lecciones, acostumbrándose gradualmente, a través de los repetidos viajes, a los mundos de la sutil textura astral.   

      Por otra parte, los residentes normales, o de larga estancia, del universo astral son quienes, libres para siempre de todo anhelo material, no necesitan regresar a las burdas vibraciones de la tierra. Tales seres sólo tienen karma astral o causal que agotar. Al morir astralmente, estos seres pasan al mundo causal, infinitamente más sutil y delicado. Despojándose de la forma-pensamiento del cuerpo causal al transcurrir cierto tiempo, determinado por la ley cósmica, estos avanzados seres regresan a Hiranyaloka o a un elevado planeta astral similar, renaciendo en un nuevo cuerpo astral para agotar su karma astral sin redimir.

     
     Así como la mayoría de las personas de la tierra no aprenden, gracias a la visión adquirida por la meditación, a apreciar los goces superiores y ventajas de la vida astral, y por tanto, tras la muerte, desean regresar a los placeres limitados e imperfectos de la tierra, así muchos seres astrales, durante la desintegración normal de sus cuerpos astrales, no consiguen tener una imagen del avanzado estado de alegría espiritual del mundo causal e, insistiendo en el pensamiento de la felicidad astral, más grosera y burda, anhelan volver a visitar el paraíso astral. Tales seres deben redimir un pesado karma astral antes de que, tras la muerte astral, puedan quedarse permanentemente en el mundo-pensamiento causal, apenas separado del Creador.   Sólo cuando un ser ya no tiene deseos de experiencias en el agradable para la vista cosmos astral y no puede ser tentado a regresar allí, permanece en el mundo causal. Completando allí su trabajo de redimir todo el karma causal o semillas de los deseos pasados, el alma encerrada quita el último de los tres corchos de la ignorancia y, saliendo del recipiente final del mundo causal, comulga con el Eterno.

        La conexión entre los tres cuerpos humanos se expresa de muchas formas en su triple naturaleza.  En el débil estado del ser humano en la tierra, es más o menos consciente de los tres vehículos. Cuando está absorto gustando, oliendo, tocando, oyendo o viendo, está trabajando principalmente con su cuerpo físico. Visualizando o deseando trabaja fundamentalmente con su cuerpo astral. El medio causal encuentra su expresión cuando el hombre piensa o se sumerge profundamente en la introspección o la meditación; los pensamientos cósmicos del genio llegan al hombre que entra en contacto habitualmente con el cuerpo causal. En este sentido, un individuo puede ser clasificado como ‘un hombre material’, ‘un hombre energético’ o ‘un hombre intelectual.

            "Y él les dijo, Allí donde esté el cuerpo se reunirán las águilas”. Lucas 17:37.
Sea que el alma esté encerrada en el cuerpo físico o en el cuerpo astral o en el cuerpo causal, allí las águilas de los deseos, que se alimentan de la debilidad de los sentidos o de los apegos astral y causal, se reunirán también para mantener la prisión del alma. 

             “Al vencedor lo pondré de pilar en el templo de mi Dios y no saldrá más (es decir, no volverá a reencarnarse)…
             Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono”.
Apocalipsis 3:12, 21.